viernes, 11 de febrero de 2011

TURANDOT (G. Puccini)


Ya he comentado en alguna ocasión el tema de los escenógrafos modernos, que hoy en día son los reyes de la ópera porque últimamente se está dando más importancia a los montajes que al resto.

A mí en particular, es una cosa que me parece bien, hasta cierto punto, por lo que supone de renovación, pero no debe caerse en, lo que yo creo, que es ridículo e inapropiado.

A este respecto recuerdo una “Elektra” de hace casi cuatro años que era todo un poema el visualizarla.

Naturalmente que el director de escena fue uno de los modernos de apellido impronunciable (Peter Konwitschny) y que debutaba en Bilbao, con una obra que podemos calificar de modernista aún en nuestros días (téngase en cuenta que Strauss murió en 1949).

Sólo voy a contar dos pequeños detalles puesto que no toca, en esta ocasión, hablar de la ópera. Lo hago por pura referencia al tema que estamos tratando.

Bueno, para empezar, en el escenario se ve a un padre (que debe suponerse que es Agamenón) remojándose con sus tres hijos pequeños en una bañera moderna, lógicamente todos en traje de baño porque el ambiente estaba situado en nuestros días. Las pobres criaturas observan atónitas como su madre asesina a su esposo con un hacha.

Un tanto ridícula la actuación antes de que empiece la música, pero puede pasar porque no interrumpe el discurso ni musical ni dramático.

Respeta además, actualizándolo, lo que dice la leyenda y la historia sobre el personaje y se lo trasmite al espectador, pues en la ópera, que transcurre cuando los hijos son adultos y toman venganza, sólo se verbaliza.

Lo que verdaderamente no me explico y aún lo estoy pensando el porqué, es la escenificación del final de la obra, entrando bruscamente y tirando tiros, unos agentes de policía que yo creo que asemejaban a la Ertzaintza (policía autónoma vasca), cuando la obra en realidad termina con una especie de “danza de la muerte” de Elektra.

Entrando ya en la ópera que nos ocupa, quiero referirme, por las mismas causas, a una “Turandot” dirigida escénicamente por Nuria Espert y representada en el palacio Euskalduna de Bilbao, en setiembre de 2002.

La que fue antes actriz de talento, nos planteó un final alternativo: la protagonista se apuñala en escena, antes de consentir su matrimonio con Calaf que tenía derecho a casarse con ella por haber descubierto el requisito previo de los tres enigmas.

Describe con esto un caso de flagrante androfobia que es nuevo en el personaje pues nadie, en autores anteriores, sean literarios o musicales, se habían atrevido a hacerlo hasta ahora.

Con todos los respetos a quien diga lo contrario, no me parece justo. No podemos más que imaginarnos la opinión del autor, sencilla y llanamente porque no término la ópera, pero en los borradores que dejó, nunca planteó esa autoinmolación.

Ni tampoco estaba en las fuentes que utilizó que fueron del dramaturgo Carlo Gozzi, aunque éste, a su vez, se basó en un relato persa tan antiguo como la humanidad.

Además esto obligaría a modificar el final de la obra, suprimiendo la escena coral con el himno de gloria al emperador: no tendría sentido que la princesa de hielo muera por su odio a los hombres y encima se regocije sus vasallos.

EL ARGUMENTO
El pueblo de Pekín escucha la proclama de uno de los mandarines del emperador, por la que hace saber que su hija se casará con quien responda correctamente a tres enigmas impuestos por la propia princesa de hielo. De no hacerlo así, el pretendiente será ajusticiado.

El Príncipe de Persia ha errado en la prueba y por lo tanto, morirá al salir la luna. La gente acude en masa a tal acto.

Llega entonces a la ciudad un anciano ciego, acompañado por una mujer que lo guía. Entre la multitud, el invidente cae al suelo y es recogido por otra persona, que reconoce inmediatamente en él a su padre.

Se revela así que el cegado es en realidad Timur, rey de los tártaros, que tras perder en la batalla, fue destronado y exiliado junto a una esclava, Liù, que le sirve de guía y mendiga por él.

El desconocido que le recoge no es otro que Calaf, el ignoto príncipe tártaro, quien, ante el gesto de la esclava, pregunta por qué tan noble acto, y ella responde tímidamente que porque "un día, en palacio, me sonreíste".

El verdugo Pu-Tin-Pao aparece con su cimitarra ante el clamor del pueblo, que se lamenta por tanta sangre derramada en el reino de Turandot.

Llega el príncipe de Persia, joven apuesto y sereno, y el ciudadanos se unen para pedir su perdón. El príncipe ignoto observa con horror el espectáculo y se mezcla entre la gente para también criticar tan cruel acto.

Hace su aparición la princesa, quien, con un gesto inmisericorde, ordena al verdugo que prosiga con la ejecución y vuelve a sus aposentos.

Calaf queda enamorado de su belleza y decide afrontar las pruebas por más que su padre y la esclava, suplican para que no lo haga.

Cuando se dispone a golpear el gong para realizarlas, tres ministros del emperador, Ping, Pang y Pong, le cortan el paso intentándole convencer de que no se arriesgue, pues ella es sólo una mujer y puede conseguir mujeres a montones.

Aparecen algunas cortesanas pidiendo silencio, pues la princesa de hielo quiere dormir. Liù, la esclava, ruega otra vez al príncipe que desista.

Pero el príncipe le dice que no, le pide que acompañe a su padre y lo cuide, y golpea por tres veces el gong anunciando que se erige en pretendiente.

Cerca del palacio del Emperador, los tres ministros, Ping, Pang y Pong, narran sus desventuras y las situaciones por las que han tenido que pasar por el capricho de la princesa.

Hacen un repaso de los distintos pretendientes habidos que fueron todos sacrificados. Los tres anhelan poder volver a sus hogares para descansar, tras un final feliz con casamiento y poder lograr así un poco de paz para la China.

Desde el Palacio les anuncian que se presenten pues va a empezar la ceremonia de examinar al pretendiente.

Llegan los ministros, los guardias, las cortesanas, los sabios con los pergaminos donde está escrita la respuesta a los enigmas, y todos aclaman la llegada del emperador, que preside la solemne ceremonia.

Él mismo intenta advertir y detener al pretendiente a fin de parar el baño de sangre: no quiere "cargar con el peso de la joven vida". Pero recibe la negativa del solicitante. El mandarín lee nuevamente la ley impuesta al perdedor, quien deberá morir si falla.

Turandot aparece en escena y explica el porqué de su fría actitud frente a sus pretendientes: Uno de sus antepasados, la princesa Lou-Ling, fue violada y muerta por un extranjero.

Ella desea vengarla, imponiendo su prueba mortal a todos los que vienen de distintos reinos para conquistarla.

La misma princesa de hielo formula los acertijos. El príncipe va acertando los dos primeros con facilidad y en el tercero duda.

Ella, al verlo dudar por varios instantes, se ríe de la suerte que pueda correr, pero al final, también lo acierta por tratarse del nombre de la propia princesa.

El consejo de mandarines acepta las respuestas como correctas y el reino se regocija, vitoreando al ganador. Turandot ruega a su padre que no la entregue al extranjero, pero el emperador responde que ha dado su palabra.

El príncipe ignoto, ante tanta resistencia propone un nuevo acertijo: si adivina su nombre antes del alba, Calaf se entregará al verdugo, cosa que, ella, naturalmente, acepta.

Turandot ordena pena de muerte a todo el que sepa el nombre del príncipe y no lo diga. Los guardias recorren las calles pidiendo que nadie duerma en Pekín aquella noche y se dedique a conseguir el nombre del príncipe ignoto.

Ping, Pang y Pong se presentan intentando ofrecerle mujeres y riquezas si dice su nombre y en caso contrario le amenazan con la tortura: pero él sigue firme en su decisión de conseguir lo que se propuso.

Los guardias, entonces, encuentran a Timur, y a Liu, y les amenazan de muerte para que revelen el nombre del príncipe ignoto.

Llegan la princesa, Ping y el verdugo, que empieza a torturar a la joven. Liu declara que ella sabe el nombre, pero se niega a decirlo aunque la torturen: Turandot le pregunta como tiene tanta fuerza interior para soportar tal dolor, a lo que la esclava responde que es el amor. Le brinda entonces su amor a su señor mediante el silencio del amor inconfeso.

Advierte a la princesa que ella también caerá rendida a su amor, y en un acto final de sacrificio, toma una de las armas de los guardias, se suicida [1] y muere en brazos del príncipe ignoto.

Timur, acompaña al cuerpo de Liu, que es trasladado por los guardias a su morada final. Perturbado por el acontecimiento, Calaf se enfrenta a Turandot, recriminándole su frialdad por derramar tanta sangre inocente y comenta que su "hielo es una mentira".

Tras una larga conversación, el príncipe logra besarla, quebrando la rígida actitud de la vengativa princesa de hielo, al punto de que acepta su derrota, pidiéndole que no la estreche entre sus brazos. Finalmente, el príncipe revela su nombre: “soy Calaf, hijo de Timur”. Amanece y suenan las trompetas de palacio.

El Emperador se hace presente junto a toda su corte frente a su pueblo, para que su hija revele el nombre del misterioso príncipe. Todos esperan expectantes la respuesta y cuando el momento llega, ella responde a su padre que conoce el nombre del extranjero: "su nombre es... amor”. El pueblo estalla de alegría, cantando un himno al emperador.

[1] Hasta aquí llega la música de Puccini y empieza la de Franco Alfano.

LA ÓPERA
En Marzo de 1920, Giacomo Puccini llevaba ya dos años sin componer, excepción hecha del “Himno a Roma” que fue rápidamente asumido por el fascismo.

En una comida con Renato Simoni, que era especialista en el dramaturgo italiano Carlo Gozzi (1720/1806), el escritor habló al músico de la “Turandot”, obra que enseguida se apresuró a leer, después de haber desechado otros dos argumentos.

La obra le llamó tan poderosamente la atención que, de inmediato, pidió a sus libretistas, Giuseppe Adami y Renato Simoni, que empezaran el trabajo de realizar un libreto.

Debían adecuarlo a las exigencias de la ópera y esforzarse por poner de manifiesto “la pasión de Turandot, sofocada durante largo tiempo bajo las cenizas de su inmenso orgullo”.

Carlo Gozzi fue rival y coetáneo de Carlo Goldoni, también dramaturgo y más famoso.
El segundo hacía un teatro realista, reflejo de lo cotidiano, mientras que Gozzi se decantaba como paladín de lo fantástico en sus “fábulas”.

En ellas describió países exóticos, mezclando a seres humanos con personajes imaginarios como hadas y otros espíritus, además de las máscaras de la “comedia del arte”, reflejando una comicidad entre amarga y grotesca.

A este respecto, Friedrich von Schleger, refiriéndose al teatro de Gozzi, escribió: “Las máscaras burlescas representan aquella parte prosaica de la naturaleza humana que hace ridícula la parte poética”. En este sentido deben valorarse a los tres personajes llamados por los libretista: Ping, Pang y Pong.

Aunque Gozzi es un autor desfasado, hay que tener en cuenta que sus “fábulas” han dado lugar, por lo menos, a las siguientes óperas: “La hadas”, obra temprana de Wagner, “El amor de las tres naranjas” de Prokofiev y “El rey ciervo” de Hans Werner Henze, además, claro está, de la que estamos comentando.

Parece ser que el relato original procede de una antigua narración persa donde es el padre quien somete a prueba a los pretendientes porque está enamorado de su hija y lo hace para no perderla.

Posteriormente el tema pasó a las literaturas medievales, llegó hasta Gozzi en el siglo XVIII y más tarde Schiller y Hoffmann tambien se sintieron atraídos, efectuando el primero una traducción al alemán de su obra y dedicándole un “Cuento fantástico” el segundo.

Respecto a la música, baste decir que entre óperas y músicas ocasionales o de escena, pasan de quince las veces que “Turandot” ha inspirado a varios compositores y de entre ellos, destacan: Carl M. von Weber, Ferruccio Busoni y Antonio Bazzani, profesor de Puccini.

Es bien sabido que Puccini en más de una ocasión se había desafiado él mismo a mejorar títulos que habían ya compuesto otros, como es el caso de “La Bohème”; “Manon Lescaut” y la propia “Turandot”. Es una circunstancia que no debemos olvidar para comprender la razón, entre otras, de la elección de este argumento.

Dos años largos costó a los libretistas completar su obra, efectuando numerosos cambios respecto a la de Gozzi. La ópera quedó lista en junio de 1922, fecha en la que Puccini escribía a su editor estas palabras: “Simoni y Adami me han entregado el libreto de “Turandot” concluido a mi entera satisfacción”.

Pero Puccini había empezado a componer un año y medio antes (Enero de 1921), teniendo en sus manos tan sólo el primer acto. Tuvo que esperar, como ya se ha dicho, a junio de 1922 para tenerla completa y acabó la partitura- a falta del gran dúo final- en setiembre de 1924.

Entre estas dos fechas se había desarrollado en él un cáncer de garganta que dificultaba su tarea. Tuvo que trasladarse a Bruselas para ser operado y finalmente morir de un fallo cardíaco el 29 de noviembre de 1924, dejando, por tanto, inconclusa la obra.

La fecha prevista para el estreno tuvo que ser pospuesta hasta que alguien acabara la partitura. Para este trabajo se pensó en Zandonai pero el hijo del músico se opuso por considerarlo demasiado conocido. Así la elección recayó en Franco Alfano.

Este músico cumplió su cometido basándose en las 36 páginas de anotaciones dejadas por Puccini, y la crítica le tildó de falta de imaginación y poco inspirado. Su orquestación dista mucho de la elaboradísima y compleja instrumentación del músico de Lucca.

El estreno se realizó el 25 de abril de 1926, en La Scala de Milán bajo la dirección de Arturo Toscanini de quien precisamente se cuentan dos anécdotas:
1.- Habiendo sido invitado al estreno Mussolini, aceptó con la condición de que antes se tocara el himno fascista “Giovinezza! (¡Juventud!), a lo que se negó Toscanini y el Duce declinó la invitación.
2.- Cuando llegó al punto donde había dejado la partitura Puccini, se negó a continuar diciendo: “Aquí concluye la ópera porque en este punto murió el maestro”.

Los interpretes principales fueron: Rosa Raina (Turandot), Miguel Fleta (Calaf), Maria Zamboni (Liù), Carlo Walter (Timur), Giacomo Rimini (Ping), Emilio Venturini (Pang) y Giuseppe Nessi (Pong)

El éxito de “Turandot” fue inmediato en cuanto al público se refiere pero la crítica anduvo un tanto reticente. A los cuatro días de su estreno se representaba en Roma. En dos años recorrió todo el mundo, desde Buenos Aires a Nueva York y desde Londres a Berlín. A Barcelona llegó el 30 de diciembre de 1928.

LOS PERSONAJES
El papel de Turandot, la princesa de hielo, debe ser abordado por una soprano dramática de considerable envergadura pues es uno de los más peligrosos del repertorio y muy exigente en la zona aguda.

En el terreno dramático se revela como una mujer fría y glacial, que odia a los hombres y ejerce violencia contra ellos a través de las pruebas a las que los somete, hasta que encuentra uno que las supera y consigue finalmente enamorarla, es decir, “fundir el hielo” de su terrible corazón.

Calaf, el príncipe ignoto o desconocido, está escrito para un tenor spinto, de voz robusta pues es, también, de gran exigencia vocal.

Es un joven y noble exiliado de la corte de Tartaria, al que, por eso, nadie conoce. Logra superar las pruebas y a base de constancia obtiene el amor de Turandot.

Lìu es una soprano lírica que sepa abordar con inteligencia y sentir el papel más pucciniano de toda la obra, semejante a la Mimí de “La Bohème”, la Cio-Cio-San de “Madama Butterfly” e incluso la Minnie de “La fanciula del West”.

Timur es un papel de modesto relieve para bajo. Es el rey ciego, exiliado de Tartaria y padre de Calaf. Va siempre acompañado de su esclava Liù, quien le sirve de guía y mendiga por él.

Ping (barítono), Pang (tenor) y Pong (tenor), representan a las antiguas máscaras de “la comedia del arte” italiana. El más importante de los tres es el barítono por su extensión y complejidad. Le sigue el tenor que representa a Pong por su amplitud y que también tiene dificultad.

Papeles poco agradecidos pues representan la parte satírica y guiñolesca, aunque en la obra se les da más importancia, al poner en sus bocas una cierta filosofía de vida. Ministros del emperador, son, en ese mismo orden: Gran Canciller, Jefe de abastecimientos y Jefe de la cocina imperial.

Altoum, rol para tenor que debe cantar con voz trémula como corresponde al anciano emperador aunque se le debe oír desde lejos. Suele ser abordado por cantantes que ya están en el ocaso de su carrera.

Por último y ya que el verdugo Pu-Tin-Pao y el príncipe de Persia, son actores y, por tanto, no cantan, sólo nos queda el Mandarín, que es un papel vigoroso para barítono aunque muy breve.

FRAGMENTOS DESTACADOS
La ópera constituye un todo en cuanto a unidad musical y no está dividida en partes, salvo el raro caso de algunas arias en particular. No obstante lo cual, trataremos de seleccionar algunos momentos imprescindibles.

1.- Coro: “Perchè tarda la luna”. Tras cinco acordes siniestros, prácticamente iguales a los del comienzo de la obra, empieza el placido pasaje lírico y coral de invocación a la luna. El fragmento concluye en crescendo orquestal, señalando la presencia del verdugo en escena.

OÍR_AUDIO1

2.- Liù: “Signore escolta (Señor escucha)”. La primera de las arias de la esclava es triste, un adagio de bellísima melodía con aire oriental. A destacar la intervención del arpa en la frase final. Es muy esperada por los aficionados pues requiere mucha delicadeza,

OÍR_AUDIO2_(Callas)

3.- Ping, Pang, Pong: “Ho una casa nell’Honan (Tengo una casa en Honán)”. Evocador andantino, nostálgico y muy bello que canta la añoranza de los lugares de origen de las tres máscaras. Es un contrapunto sentimental al tono que mantienen, habitualmente grotesco.

OÍR_AUDIO3

4.- Turandot: “In questa regna (En esta corte)”. Largo y extraordinario soliloquio, interrumpido por breves intervenciones corales. Pasaje muy comprometido que requiere amplias facultades para alcanzar notas muy altas. Es la presentación vocal de la princesa, dominada por la violencia y la agresividad.

OÍR_AUDIO4_(Sutherland)

5.- Calaf: “Nessun dorma! (¡Nadie duerma!). El pasaje más popular de la obra, se divide en dos partes: en la primera imagina a la princesa contemplando las estrellas y la segunda es el denominado tema del nombre desconocido (“Ma il mio mistero…..)”. Concluye con la intervención de un coro femenino.

OÍR_AUDIO5_(Björling)

6.- Liù: “Tu che di gel sei cinta (Tu que te revistes de hielo)”. Un aria serena en andantino precede a la muerte de la esclava y es justo donde concluye la partitura de Puccini. A partir de ahí y reelaborando los temas que dejó el maestro en sus manuscritos, comienza la música de Franco Alfano.

OÍR_AUDIO6_(Caballé)

DISCOGRAFÍA
Para el AUDIO, la acreditadísima grabación:
Turandot - Giacomo Puccini
Año de grabación: 1972
Director………………….Zubin Mehta
Turandot ……………… Joan Sutherland
Calaf…………………… Luciano Pavarotti
Liù……………………… Montserrat Caballé
Timar…………………… Nicolai Ghiaurov
El Emperador…………. Peter Pears
Ping.............................. Tom Krause
Pang............................. Pier Francesco Poli
Pong ............................. Piero de Palma
Un Mandarín ................. Sabin Markov
Orquesta......................... London Philharmonic
Coro .............................. John Alldis Choir
Grabado en estudio
Decca

Y para el VIDEO, la espectacularidad de la Ciudad Prohibida de Pekín como escenario natural, nos ha hecho elegir éste:
Turandot - Giacomo Puccini
Año de Producción: 1998
Director ....................Zubin Mehta
Turandot ................. Giovanna Casolla
Calaf ....................... Sergej Larin
Liù ........................... Barbara Frittoli
Timur ...................... Carlo Colombara
El Emperador .......... Aldo Bottion
Ping ......................... José Fardilha
Pang ........................ Francesco Piccoli
Pong ........................ Carlo Allemano
Un Mandarín ........... Vittorio Vitelli
Principino di Persia.. Sergio Spina
Orquesta y Coro ....... Maggio Musicale Fiorentino
Grabado en directo
Warner Classics

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