martes, 26 de abril de 2011

L'ITALIANA IN ALGERI - LA ITALIANA EN ARGEL (Rossini)

Creo sinceramente que me he quedado corto en el blog respecto a un músico que merece todo mi agradecimiento por utilizarlo como terapia en muchas ocasiones. Me estoy refiriendo al cisne de Pésaro, Gioachino Rossini.

¡Es matemático! Si me levanto con mal pié por haber tenido una noche endiablada, pongo alguna de las óperas bufas de este compositor y especialmente la que vamos a tratar, “L’italiana in Algeri (La italiana en Argel)”, y.. via.. adiós dolor de cabeza.

Si me encuentro sin ganas de nada,  recurro al, siempre socorrido, “El Barbero de Sevilla” y hoy es el día que aún me hace sonreír, después de haberla visto y oído un sinnúmero de veces. ¡Os aconsejo esta receta! ¡Probadla que no os defraudará!

Pero digo más, hay otras ocasiones en que te levantas, no se sabe porqué, con una chispa de romanticismo decadente: ese es el día de oír a Bellini. Y cuando amanece uno con ganas de discutir la trascendencia de la vida ¿Qué hacer? Pues escuchar las óperas serias de Donizetti y Verdi. Por último, que no quiero aburrir, si la jornada es radiante y da ganas de vivir y creer en la humanidad, para eso está Mozart. Como veis, siempre tengo la misma receta, escuchar ópera, aunque en distintas dosis.

Hemos dicho entonces, que vamos a dedicar una ópera al compositor más prolífico, después de Donizetti, esto es, Rossini, que celebraba su cumpleaños tan solo cada cuatro años. ¿Sabéis porqué? Es fácil, nació un 29 de Febrero, en un año bisiesto. Como llegó a vivir bastantes años, aunque dejara de componer pronto, siempre se respetó su autoridad en materia musical y también en la culinaria. Era un importante gastrónomo que disfrutaba cocinando tanto como comiendo. De él nos sirvan, de recuerdo, algunas anécdotas, no se si reales, pero ahí están.
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Una vez, en premio de una apuesta, ganó un pavo trufado; pero el perdedor le daba largas para pagar su deuda. Rossini fue a verle un día y dijo:
–Oye, ese famoso pavo, ¿cuándo se come?
–Sabe, Maestro, no es todavía la estación de las trufas de primera calidad.
–¡Que no , que no! Eso es una falsa noticia que difunden los pavos para no hacerse rellenar.
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En 1864, el Barón Rothschild le mandó como regalo unos racimos de las maravillosas uvas de sus invernaderos, Recibió la siguiente respuesta:
–¡Gracias! Su uva es excelente, pero no me gusta mucho el vino en pastillas.
El Barón entendió la alusión, y le hizo tanta gracia este divertido comentario, que le envió enseguida un tonelete de su mejor Chateau-Lafitte.
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El compositor Alberto Lavignac, que conocía perfectamente los vicios de Rossini, le regalaba, de vez en cuando,  una docena de las deliciosas sardinas que se pescan en el Golfo de Gascuña.
El Maestro le dijo un día: "Por favor, no me mande estas cosas el sábado: hay siempre mucha gente a la mesa. Yo, cuando recibo las sardinas, quisiera comerlas sólo. Pero como soy tan buen marido, tengo que regalar una a Olimpia, mi esposa".
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Los sábados en casa de Rossini fueron justamente famosos por las tertulias que organizaba, a las que acudían artistas, intelectuales, músicos y todos los viajeros italianos que pasaban por París. Los invitados se reunían en torno a una mesa en la que siempre había en el centro, grandes bandejas rebosantes de fruta fresca. Pero por una u otra razón nunca se llegaba a la fruta.

A veces, la Señora Olimpia simulaba sentirse mal en el momento oportuno. Otros días anunciaban una visita inesperada, que distraía la atención de los comensales. Uno de los invitados, quiso llegar al fondo del asunto. Preguntó a un sirviente cual era la explicación. "La razón es muy sencilla –le contestó con un guiño–, la señora coge la fruta en depósito y luego tiene que devolverla".
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El Maestro escribía, a menudo, en la cama. Un día Rossini, que estaba componiendo acostado, recibió la visita de un empresario. En el suelo había unas hojas de música. El empresario, muy amable, se agachó y las cogió. Antes de hacer intención de entregárselas al músico, por curiosidad, les hecho una ojeada. Era la partitura de un aria completa de factura excelente. Cuando le iba a dar las páginas, Rossini dijo que no le hacian falta. Por no agacharse a cogerlas, prefirió escribir otra pieza, que él creía que todavía era mejor.
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Uno de los grandes enigmas de la historia de la música es porqué Rossini, con treinta y un años, en plena cresta de la ola, decide retirarse. Desde 1829 hasta 1868 solo escribió un “Stabat Mater”, la “Pequeña Misa Solemne” y breves piececitas reunidas en sus "Pecados de vejez". Probablemente la respuesta es una suma de razones: 1.- desengaño por el estreno de "Guillermo Tell"; 2.- la competencia de Bellini y Donizetti; 3.- problemas de salud; 4.- deterioro de las relaciones con su mujer; 5.- cambio estético del gusto en el público y 6.- puede que su pereza congénita. En cualquier caso, había acumulado una fortuna, suficiente para poderse dedicar a la vida placentera y la comida.
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Rossini era una persona de buen carácter y de muy buen comer, le encantaba el arte culinario, le causaba placer cocinar e inventar platos con los que agasajaba a sus amistades. Fue uno de los gastrónomos más reputados de su tiempo. Los “canelones Rossini” y el “tournedó Rossini”, son dos recetas que ha legado a la posteridad. Era tan aficionado a la gastronomía que siempre decía que había llorado dos veces en su vida: la primera cuando murió su padre y la segunda cuando se le cayó un pavo trufado por la borda de un barco.

Siempre decía que la trufa era el Mozart de las setas. Cuando vivía en París, su mejor amigo fue Carême, el cocinero de los Rostchild. Una vez le mandó Carême un pavo trufado a Italia con una nota escueta que decía: "De Carême a Rossini" y él le respondió con un aria: "De Rossini a Carême". Rossini recibió una invitación para viajar a Estados Unidos a presenciar el estreno de su música. Dijo que solo iría si pudiera llevarse a Carême y su cocina con él.
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G. Rossini fue invitado por un conde a pasar unos días en su castillo. Al día siguiente de la llegada al lugar, siendo las once de la mañana, el dueño de la mansión le esperaba para desayunar. Pero como no era madrugador, no daba señales de vida. Cansado de tanto esperar, el conde se dirigió a la habitación del músico y le dijo:
---Discúlpeme si le molesto. Pensé que quizás usted no sabía la hora que es...
---No, si no me molesta. Y no crea que estaba durmiendo. Soñaba un poco, o mejor dicho, meditaba. Porque yo tengo esta costumbre: a la mañana me dedico a pensar y poner en orden mis ideas, en una palabra, ¡trabajo!

Al día siguiente, eran ya las doce pasadas y Rossini no había amanecido. El conde, a quién la explicación del día anterior no le había dejado muy convencido, volvió a la habitación del músico y le despertó con estas palabras:
---¡Pero, mi amigo! ¡Usted trabaja demasiado!
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Hasta una próxima ocasión en la que seguiremos hablando de cosas diversas que se nos vayan ocurriendo. Ahora empezamos con la ópera “L’italiana in Algeri (La italiana en Argel)” y como digo siempre: los que no la conozcan, que esto sirva para remediarlo y a los demás, puede que les satisfaga volverla a oír.

NOTA: Anecdotario tomado de internet.

EL ARGUMENTO
En las estancias de palacio, Elvira, esposa del bey Mustafá de Argel, se queja de que su marido ya no la ama. Acompañada de Zulma, su sirvienta, y rodeada de eunucos, lamenta la suerte de las mujeres en tierras musulmanas.

Aparece Mustafá seguido de Haly, el jefe de su guardia. El bey se niega a aceptar las razones esgrimidas por su esposa y le dice que le “está rompiendo el tímpano” de tanta queja. Cuando los dos hombres se quedan solos, el sarraceno ordena que traigan a su presencia a Lindoro, un prisionero cristiano que ahora es esclavo, al que va a obligar a casarse con Elvira.

Luego le dice a Haly que tiene seis días para conseguirle una nueva esposa, que tiene que ser italiana, pues ha oído hablar muy bien de ellas. En caso contrario, será empalado vivo. Se van todos y llega Lindoro. Se queja de la lejanía de su patria y del tiempo que lleva separado de su enamorada.

Entra Mustafá y le pregunta si le gustaría casarse. "Tendría que reunir muchas cualidades", le responde. Una tras otra, el bey va enumerando las bondades ideales de una esposa. Al ofrecerle la libertad si acepta unirse con su mujer, el joven termina consintiendo con tal de volver a Italia, su país.

En una playa de Argel, Isabella, la prometida de Lindoro- que ha ido a rescatarlo-, se ha salvado de un naufragio,  pero la han capturado los corsarios  argelinos. Se queja de su suerte y piensa en cómo salir bien de la situación. Los piratas descubren que le acompaña un viejo, Taddeo, al que presenta como su tío. En realidad, solo es su acompañante en la aventura de rescatar a Lindoro.

Llena de felicidad a Haly, saber que son italianos. Le promete a la muchacha que será la favorita del harén. Cuando Taddeo e Isabella se quedan solos, discuten entre ellos. Él teme por la suerte que van a correr y se asusta por la palabra serrallo. La mujer dice que no se preocupe porque con sugestión, belleza y astucia, vencerán todos los obstáculos.

Llegan los prisioneros a la corte del bey. Mustafá pasa por ser un hombre fiero, pero al ver a Isabella, pierde completamente los papeles y se convierte en un bobo del que ella obtiene cuanto quiere.

Entran, para despedirse, Lindoro, Elvira lloriqueando y Zulma. Los dos novios, Lindoro e Isabella, al verse, se quedan asombrados. Pero ella, tomando una rápida decisión, obliga al bey a quedarse con su esposa argumentando que “esas costumbres bárbaras, no se pueden tolerar” y toma a su servicio personal a Lindoro, su novio, que ejerce de esclavo italiano.

La sorpresa deja a todos los presentes asombrados pues Mustafá de “un fiero león” se ha convertido en “asno”. Se expresan con onomatopeyas para demostrar que tienen un ruido infernal en la cabeza. Uno hace “din din”, otro “tac ta”, aquel “crà, crà” y, por último, “bum, bum”.

Elvira, Zulma, Haly y los eunucos,  comentan el cambio de carácter de su señor. Entra éste y ordena que vayan a decirle a Isabella que, en media hora, desea tomar café con ella. Se quedan solos Isabella y Lindoro. La muchacha le reprocha que quiera casarse con Elvira. El joven explica entonces que solo era el modo de salir de allí. Ambos deciden planear la huida.

Lindoro se queda solo. Aprovecha para demostrar su alegría por haber encontrado a su amada. Mustafá aparece seguido de Taddeo. El pobre viejo se queja de que Haly le está buscando para cortarle la cabeza. El bey dice que se equivoca: lo buscaba, por orden suya, para nombrarle gran “kaimakán”, título que equivale a lugarteniente. Taddeo piensa que, si se niega a aceptarlo, acabará en la horca. Por eso se viste con las galas de tan alto puesto para asumir el ilustre papel.

Isabella, en sus habitaciones, se embellece mientras ordena que preparen café para tres, ya que Elvira estará presente, aunque no le guste al bey. Luego le enseña a la lloricona esposa,  cómo debe manejar a los hombres. También asistirán Lindoro, que servirá el café, y Taddeo. Llega Mustafá y, en un aparte,  dice al fingido tío que quiere quedarse a solas con la muchacha. Estornudará en un momento dado y esa será la señal para marcharse.

Cuando Isabella se acerca, Mustafá le cuenta el nombramiento de Taddeo como prueba de amor hacia ella. La muchacha se lo agradece. El bey comienza a estornudar. Pero Taddeo se hace el sordo. Se sirve el café e Isabella dice a Elvira que su esposo la invita a compartir con ellos el refrigerio. Mustafá se enfada y se pone furioso y rabioso por esta audacia de invitar a su esposa sin él saberlo.

Haly se asombra de la sabiduría de las mujeres italianas para engatusar a los hombres. Tras su marcha, aparecen Taddeo y Lindoro. Aquél, enterado del plan de fuga, confiesa al joven que no es el tío sino el amante de Isabella. Lindero, como novio real de la muchacha, se lo toma a risa. Llega Mustafá, muy enfadado con Isabella por la escena del café.

Lindoro, para calmarlo, le cuenta que el suceso, fue  una de las pruebas que debe superar para poder pertenecer a la orden de los “Pappataci” (come-y-calla). Todos los hombres casados de su patria, son miembros de esa institución. Mustafá, halagado, pregunta que tiene que hacer. Lindoro y Taddeo se lo explican: debe dormir, comer y beber.

Taddeo y Lindoro comentan los preparativos para la fuga de Isabella: se llevará consigo a todos los esclavos italianos, apelando al sentido patriótico de sus compatriotas. Mustafá va a ser investido con las insignias propias de los “pappataci”. Isabella le obliga a jurar que cumplirá los deberes a los que obliga la institución.

Taddeo se ocupa de enseñarle el ritual. Aunque la primera vez fracasa, Mustafá pronto comprende que su deber es tan fácil como comer y callar, cosa que hace acompañado de Taddeo. Se acerca el barco que habrá de llevar a Italia a todo el grupo. Isabella y Lindoro escapan, mientras Taddeo trata de llamar la atención de Mustafá, quien, obediente, sigue comiendo y callando.

Cuando le cuentan la fuga de los italianos, ya es demasiado tarde. Prefiere entonces quedarse con su esposa Elvira que con todas las endemoniadas mujeres de Italia. Las musulmanas son menos problemáticas. Todo el mundo está contento y feliz. Termina la obra con estas palabras coreadas por todos: “La bella italiana que llegó de Argel, enseña a los amantes, celosos y altivos, que a todos, la Mujer, si quiere se la hace”.

EL COMPOSITOR
Pocos casos hay en la historia de la música como el de Rossini. Personaje innovador y a la vez retrógrado, introductor de formas nuevas y cultivador a ultranza de las antiguas. Hombre de oficio y, a la vez, artista, bohemio y burgués. En él se dan cita las más nobles páginas de la música junto a otras más apresuradas y superficiales.

Este cúmulo de contradicciones,  encuentran explicación en las particulares características de la época que le tocó vivir. Porque Rossini, fue, ante todo, un hombre de su tiempo, con un pié en el antiguo régimen y otro en la Europa liberal. Con una mano en el clavicémbalo y la otra en el piano. No es de extrañar pues que de su pluma, salieran en confusa mezcla, arias llenas de ornamentos vocales y otras con dramáticos acentos, que enseñaron a sus sucesores el camino por el que debía discurrir la música europea del siglo XIX.

El secreto de Rossini se basa en la riqueza de sus melodías, llenas de gracia y alegría de vivir, pero se apoya en tres elementos estructurales:
  • Su habilidad como orquestador.
  • El ritmo y el “crescendo rossiniano”.
  • El uso de las voces.
La primera característica se refiere a su inteligencia para aprovechar los recursos que le brinda la orquesta. Muchos compositores habían prestado toda su atención a la voz. La orquesta, para ellos, era un mero apoyo que no debía "molestar" al cantante. El cisne de Pesaro, utilizó a la orquesta  para colorear su música, usando, con asiduidad, instrumentos de viento-madera y viento-metal y consiguiendo dar un brillo especial a sus composiciones.

En su tiempo, dicha música, fue considerada difícil, tanto para interpretar como para oír. Esto le valió un apodo entre la gente: le llamaban “Il tedeschino (El pequeño alemán)“. Con ello querían referirse al tipo de música que hacía el compositor, muy próxima al estilo alemán y en concreto a la del genio de Salzburgo, porque Rossini es “un pequeño Mozart”.

La segunda característica es el ritmo trepidante de sus óperas. Crea con ello una sensación de movimiento y anticipa el ruido de los inventos que habrían de venir. Como la locomotora a la que siempre le tuvo pánico. Y es que uno de los recursos del compositor era la utilización de onomatopeyas, con sonidos diversos, que emitían los cantantes.

Su música se ha utilizado en el cine de diversos modos. “La naranja mecánica" de Kubrik, sería uno de estos casos. La aportación más importante de Rossini en el ámbito del ritmo es el "Crescendo rossiniano". Un modo muy utilizado en sus obras. Consiste en tomar un tema melódico que se repite cada vez con mayor volumen y velocidad de sonido. Así hasta alcanzar un gran clímax final.

Existe, sin duda, una razón psicológica por la que el oído se siente halagado al captar estas repeticiones de intensidad creciente, sabiendo de antemano que el tema apuntado por la orquesta, irá creciendo como un inmenso globo, hasta estallar en un estruendo orquestal. En aquella época, este sistema no tenía precedentes.

El último elemento reseñable es la utilización de las voces. Rossini dispuso de los mejores cantantes de su tiempo y  se aprovechó de su virtuosismo. El músico tenía un procedimiento muy característico, que ejerció una gran fascinación auditiva en el público. Consistía en asociar levemente la línea vocal sobre un comentario orquestal que se repetía obsesivamente. Lo mismo sucede con la operación contraria, en la que el personaje canta insistentemente la misma nota, mientras la orquesta, decora hábilmente el fondo, dando la impresión de que el cantante participa en la melodía, cuando en realidad, no es así.

LA ÓPERA
Mientras Rossini estaba estrenando su “Tancredi” en La Fenice, en febrero de 1813, bullían ya es su cabeza las notas de la siguiente ópera (“La italiana”), una farsa a componer para un teatro algo más modesto. Contrariamente a las comedias bufas de entonces, ésta iba a tener una extensión considerable, a pesar de que mantenía los dos actos tradicionales de las óperas de aquellos tiempos.

Su “Tancredi”, fue una ópera seria que obtuvo mucho éxito. Pero no menos triunfante resultó el debut, el 22 de mayo de 1813, en el Teatro San Benedetto de Venecia, de la ópera bufa, “L’Italiana in Algeri (La italiana en Argel)”. No es de extrañar este resultado, pues se trata de una hilarante, exagerada, comiquísima y desmelenada bufonada, tratada de un modo totalmente nuevo y original. 

Está basada en un disparatado libreto de Angelo Anelli, que, ni siquiera era original: había sido escrito para el compositor Luigi Mosca en 1808, hoy olvidado. El texto sin ningún valor dramático, posee, al menos, una unidad de acción, sin ramificaciones engorrosas, muy habituales en el género bufo. Tiene,  además, una cierta dosis de propaganda nacionalista. Las situaciones son absurdas y grotescas pero se adaptaban muy bien a la particular gracia de Rossini.

En la ópera se repite- sin duda adrede- la historia de “El rapto en el serrallo (ópera de Mozart)”, pero al revés: aquí es la bella italiana la que acude al rescate de su enamorado, esclavo del bobalicón bey Mustafá. En las dos óperas turcas de Rossini (“La italiana” y “El turco en Italia”), el exotismo se emplea como elemento humorístico y la música no presenta matices orientales.

Para que semejante argumento pudiese prosperar en la Italia dominada por la censura, el primer requisito era que la protagonista no viajara sola. Tenía que llevar a un hombre con ella. Este debía garantizarle su integridad. Pero para que no hubiera equívocos respecto a su papel, había de quedar claro que era un viejo caduco, que actúa como hipotético amante aunque, por su edad le correspondería más el oficio de abuelo.

Rossini, como dijo su maestro el padre Mattei, en esta ópera, “vació el saco” de la inventiva. La obra tuvo un éxito extraordinario, motivado por una combinación de elementos varios. Así cabe citar: 1.- elegante tratamiento de las voces; 2.- la inspiración melódica, la originalidad y la brillantez de la instrumentación; 3.- la vivacidad rítmica; y 4.- el carácter espectacular de su primer final.

Son brillantísimos los concertantes, distintos de cuanto se había visto y oído hasta entonces. En el final del primer acto, es famoso el septeto de las onomatopeyas, en el que todos los personajes expresan los sonidos que creen oír en sus cabezas, como ejemplo de aturdimiento. Este grandioso final tuvo que causar en el estreno, un impacto inenarrable. Y demuestra el gusto del compositor por realzar los efectos cómicos mediante juegos de palabras. Es general en Rossini que concentre la importancia de la obra en el primer acto, no teniendo el segundo o siguientes, tan excelentes facturas. Esta regla no se cumple con “La italiana”, pues tan genial es el primer acto como el segundo.

Lamentablemente la partitura cayó en el olvido durante más de medio siglo por los cambios estéticos. Fue gracias al director Vittorio Gui y a la cálida voz y coloratura de la mezzosoprano catalana Conchita Supervía, cuando volvió a los escenarios de toda Europa. Después de la II Guerra Mundial, el ejemplo de las grabaciones de la Supervía, hicieron redescubrir gradualmente estas obras extraordinarias del autor de Pésaro y gracias, también, a los competentes cantantes coloratura de nuestros tiempos.

Para la realización de esta ópera, Rossini tomó por modelo a Cimarosa en su “El matrimonio secreto”. Son dos actos largos en los que alternan los números individuales (arias) y los de conjunto (dúos, tríos, etc.), que incluye, a veces, el coro, por ejemplo, en los famosos concertantes. El compositor colocó uno  nada más empezar, como hizo con otras de sus óperas. Luego dejó que sus personajes principales, tuvieran arias individuales y dúos, hasta desembocar en los conjuntos.

“L’italiana in Algeri” sigue funcionando en los teatros no solo por su vivacidad, los “crescendi”, las onomatopeyas cómicas por lo absurdas y las bromas un tanto trasnochadas del diálogo. A esto hay que añadir la capacidad del autor de escribir páginas exquisitas de melodías cautivadoras, llenas de lirismo, su elegante instrumentación y, por encima de todo, el ritmo. Asimismo, existe una importante vena satírica.

Con esta obra, el estilo de Rossini había llegado a su primera madurez, caracterizada por: una chispeante orquestación, en la que intervienen con toda libertad los instrumentos de madera aptos para dar color y variedad a la melodía, y una vocalidad rica en coloratura.

Comentemos finalmente, el caso del famoso escritor francés, Marie-Henri Beyle, más conocido por su seudónimo de Stendhal. Era amigo del compositor y un gran admirador de su obra. Escribió una biografía, “Vida de Rossini”, y varias crónicas de su carrera musical. Enamorado de su música, a él se deben muchas de las anécdotas que circulan por lugares diversos que, generalmente, están hábilmente abultadas. De la ópera  que nos ocupa dijo que era “La perfección en el estilo de ópera bufa”, y además “una obra de escapismo puro, alegre, como lo es nuestro mundo”.

Este insigne prosista, autor de diversas novelas, entre ellas “La cartuja de Parma”, dio también su nombre a un desarreglo psicosomático, llamado en medicina “síndrome de Stendhal o síndrome de Florencia”. Los síntomas son, elevado ritmo cardíaco, vértigo, confusión e incluso alucinaciones. La causa se debe a una exposición a las obras de arte, cuando son muy bellas o son exhibidas en grandes cantidades. El autor francés dio una primera descripción detallada, cuando, en su visita a la Basílica de la Santa Cruz de Florencia, Italia, en 1817, experimentó dicho fenómeno. Lo publicó en su libro “Nápoles y Florencia: Un viaje de Milán a Reggio”

LOS PERSONAJES
  • Como haría con frecuencia el compositor, el papel de Isabella está escrito para contralto o mezzosoprano con buenos graves y un sólido dominio de la coloratura. La protagonista de la obra está enamorada de Lindoro, al que intenta rescatar de la esclavitud a la que le tiene sometido Mustafá. Posee todas las características que en las óperas bufas se otorgaba a las mujeres: es astuta, encantadora, tiene malicia y habilidad para engatusar al hombre. Nada más llegar, la italiana domina al “terrible”, pero en realidad, infeliz, bey de Argel. Isabella pone de relieve la figura de una mujer independiente, que se atreve a tomar decisiones personales. Su actuación casi se sale del marco de lo considerado decente en aquel tiempo.
  • Mustafá, Bey de Argel, tiránico,  ridículo, vanidoso, lascivo, ostentoso y con aires de reyezuelo encumbrado. Casado con Elvira pero encaprichado de Isabella. Papel para bajo bufo que requiere gran dominio de la coloratura y sentido del ritmo. El polo opuesto de la italiana. Representa al clásico bajo bufo al que el argumento obliga a cantar con agilidades y exhibiciones,  que contribuyen a la comicidad del personaje y de las situaciones. Su corte comenta que de “león” y “azote de las mujeres”, se ha convertido en “asno”.
  • Lindoro, joven prometido de Isabella, prisionero en Argel y al que ésta quiere rescatar. La voz adecuada para este papel es la de tenor ligero o lírico-ligero, de tesitura altísima y abundante uso de la coloratura. Representa al amor sincero.
  • A Taddeo, el poco airoso acompañante, se le presenta como el amante entrado en años, fatuo y engreído. Viejo bobo enamorado patéticamente de Isabella, debe ser una voz de bufo de carácter baritonal, oscilando entre bajo y barítono. Segundo bufo característico, requiere habilidad y gracia.
  • Elvira, la doliente esposa del bey, es dibujada para ridiculizarla, con tintes de mujer excesivamente sumisa y complaciente con los abusos de autoridad del marido. Papel para una  soprano ligera, capaz de imponerse en los concertantes con agudos potentes y audibles. Con muy buen criterio, Rossini evitó darle un aria independiente, que habría detenido la acción demasiado.
  • Haly, jefe de la guardia del bey y jefe de los piratas. Hace las veces de tercer bufo con tesitura de bajo. Pero tiene, sin embargo, un aria, pequeña, vistosa, importante y mozartiana.
  • Zulma, la criada y confidente de Elvira, papel demasiado breve para mezzosoprano.
FRAGMENTOS DESTACADOS
  1. Obertura: Por el ingenio y la maestría de su composición, la mayoría de las Oberturas de Rossini, son piezas habituales de los conciertos sinfónicos. Estamos, desde luego, en una de las principales. Todos los adjetivos positivos que se le puedan poner, resultarían pocos para describirla. Chispeante, burbujeante, divertida, graciosa, ocurrente, ¡para que seguir! Aprovechemos que está disponible y oigámosla sin más.

  1. Cavatina: Lindoro. “Languir per una bella (Languidecer por una beldad)”. La pieza de salida del personaje y una de las más líricas de toda la obra. Hace un poco honor a su título porque también es de las más lánguidas. Precedida de una breve introducción de la trompa, es de extrema dificultad por sus agudos.
  1. Cavatina: Isabella. “Cruda sorte! Amor tirano! (¡Destino cruel! ¡Amor tirano!)”. Tenemos otra pieza de entrada del personaje. Dos partes diferenciadas. La primera, por el tono y las palabras, corresponde a un momento de desánimo, al verse raptada por los piratas. Pero luego, su naturaleza valerosa se sobrepone a las circunstancias y nos muestra en el final que es conocedora de los recursos femeninos para vencer contrariedades. El fragmento está profusamente decorado con motivos ornamentales, que debe vencer la intérprete con agilidad.
  1. Aria: Mustafá. “Già d’insolito ardore nel petto (Ya de insólito ardor en el pecho)”. Difícil fragmento para un bajo, aunque sea un bajo-cantante. Son notorios los adornos y las agilidades que afronta. Combina su ardiente deseo de conocer a la italiana, con una serie de órdenes que da a Elvira y Lindoro, para que se vayan y Haly, para que traiga a la italiana.
  1. Stretta: Final Acto I. “Va sossopra il mio cervello (Mi cabeza es un revoltijo)”. En las óperas de dos actos, como lo es “La italiana”, al final del primero, se le llama “el primer final”. Y por la tradición bufa, ha de ser un gran torbellino, una barahúnda de confusión, producida por el conjunto de voces de todos los personajes, que combinan muy bien, pero es difícil entender el texto. Cantan que su cabeza está confusa y oyen campanillas (din- din), martillos (tac, tac), cornejas desplumadas (crac, crac) y cañones (bum, bum). Genialidad en estado puro de este Rossini, al que tanto le complacían las onomatopeyas. La hilarante serie de intervenciones en crescendo y con un ritmo agitadísimo, requiere una precisión milimétrica por parte de los cantantes.
  1. Introducción Acto II: Coro. “Uno stupido, uno stolto (Un estúpido, un tonto)”. Los eunucos del harén junto con Elvira, Zulma y Haly, tienen un doble asombro. Su jefe se ha convertido en un tonto y un estúpido. Y la italiana ha demostrado conocer todas las facetas de la seducción.
  1. Cavatina: Lindoro. “Oh come il cor di giubilo (Oh como el corazón de júbilo)”. Nueva expansión lírica del protagonista, acompañado por el oboe, lo que hace un efecto de coloración en la música. Se siente feliz por haber encontrado a su prometida.
  1. Cavatina: Isabella. “Per lui che adoro (Para el que adoro)”. Con una introducción con sólo de flauta muy afortunado, es una pieza lírica justamente famosa. Ahora corresponde expresar sus sentimientos a la protagonista, observada por Mustafá, Lindoro y Taddeo. El fragmento tiene varias partes. El comienzo es amoroso e incluso sensual. Pero luego, a partir de “Guarda, guarda (Mira, mira)” se va animando hasta acabar afirmando que “con un golpecito más, caerá el turco”.
  1. Quinteto del café: “Sento un fremito (Siento un estremecimiento)”. He de confesar que siento debilidad por los concertantes rossinianos y más aún los de esta ópera. No es como el final del primer acto pero se le parece.
  1. Aria: Haly. “Le femine d’Italia (Las mujeres de Italia)”. Delicioso fragmento, escrito para el segundo bajo, con un aire muy mozartiano. Se trata de la denominada “aria del sorbetto” que, cuando llegaban, como no decían nada trascendente, la gente aprovechaba para tomar sus refrescos y viandas, sin hacer mucho caso al escenario.

  1. Terceto: Taddeo, Mustafá y Lindoro. “Pappataci! Che mai sento! (¡Pappataci! ¡Qué oigo!)”. Al bey le han nombrado socio de la muy distinguida orden del “come y calla”. El muy bobalicón, se lo cree y pregunta quien pertenece a ella y que tiene que hacer. Son miembros los que no han tenido disgustos con el sexo débil. Y solo tiene que comer y callar. Esta graciosa pieza, es, sin duda, una de las mejores escenas del género bufo.
  1. Rondó: Isabella. “Pensa alla patria (Piensa en la patria)”. Pieza con sentido nacionalista en el que reivindica la Italia unida, cuando, entonces, no era más que un cúmulo de estados independientes. Parece que se les coló a la censura. Tiene dos partes, aria y cabaletta, separadas por un pequeño coloquio con el coro de italianos. Muy considerables los agudos y coloraturas de la segunda parte.
DISCOGRAFÍA
Aunque hay una versión con Jesús López Cobos, Larmore y Giménez, nos vamos a inclinar por este AUDIO:
L'italiana in Algeri - Gioachino Rossini 
Año de grabación............. 1980
Director.................Claudio Scimone
Mustafá ..............  Samuel Ramey 
Elvira .................  Kathleen Battle 
Zulma  ................ Clara Foti 
Haly .....................  Nicola Zaccaria 
Lindoro .................  Ernesto Palacio 
Isabella .................  Marilyn Horne 
Taddeo  ................. Domenico Trimarchi 
Orquesta................. I Solisti Veneti
Coro.............. Coro Filarmónico de Praga
Grabado en estudio

Para el VÍDEO:
L'italiana in Algeri - Gioachino Rossini 
Año de producción............ 1998
Director.................Bruno Campanella
Mustafá ..............  Simone Alaimo 
Elvira  ................. Jeannette Fischer 
Zulma  ................ Maria José Trullu 
Haly .................... Anthony Smith 
Lindoro ...............  Bruce Ford 
Isabella ...............  Jennifer Larmore 
Taddeo  ................Alessandro Corbelli 
Coro y Orquesta
………………………..Ópera Nacional de París
Grabado en directo

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, Juanba.

No sé con qué me he reído más, si con "La italiana en Argel" o con las anécdotas que cuentas de Rossini en esta entrada tuya del blog.

Para mí, "La italiana en Argel" es la ópera más divertida de Rossini, con el permiso de "El barbero", por supuesto. Es una auténtica locura y una completa genialidad, de principio a fin.

Siendo mi primera intervención en tu blog, quisiera agradecerte que nos permitas participar de él. Resulta muy agradable leer tus comentarios sobre las obras.

Reconozco que no soy un gran entendido ni de ópera ni de música en general. Siento una cierta predilección por Mozart, Rossini y Donizetti, mientras que para el resto de los grandes del género tengo el oído un poco más "duro". Espero poder aprender mucho más y disfrutar del resto de las grandes óperas gracias a tus comentarios.

Tu blog me parece magnífico. Muchas gracias por compartirlo, Juanba. Te seguiré leyendo siempre que pueda.

Un cordial saludo.

Juanba dijo...

Amigo Daniel, con mucho agrado he leído tu comentario en ”La Italiana”, que te agradezco. ¡Claro que quiero muy ardientemente que participéis en el Blog! No sólo en éste: ya sabes que tengo otros dos. Pero la gente no se prodiga. Cuando empecé, estaba deseando que los lectores respondieran, en favor o en contra, pues sé aceptar también críticas adversas. Lo importante es el juego de la conversación. Hoy en día me he acostumbrado, pero lo sigo echando en falta. Por eso estimo doblemente tu escrito.
Completamente de acuerdo contigo en Rossini que fue llamado “el pequeño Mozart”. Tengo varias páginas para colgar en el blog sobre el “Cisne de Pésaro”. Una de ellas, en concreto, trata de la “vocalidad rossiniana” que me ha quedado interesante. Pero no las voy a publicar en éste sino en “Miscelánea Operística”. Estate atento si tienes interés.
A “La italiana en Argel”, la encuentro muy divertida, igual que al “Barbero” y a una tercera en litigio, menos conocida (EL turco en Italia). No puedo darte razones objetivas, pero para mí, el “Barbero” fue una de las primeras óperas que oí y me ha dejado marcado. Y a animarte con otros autores operísticos especialmente los grandes italianos que, además de Donizetti y Rossini, son, como bien sabes, Bellini, Verdi y Puccini.
Un saludo afectuoso

Diego Gea dijo...

Qué decirte!! Amo La Italiana... es para mi la más grande ópera buffa. Coincido con lo de Rossini. Este tipo rebosa alegría!! Me levanta el ánimo! En esos días turbulentos sus melodías me cambian el espíritu y me dan ganas de vivir! Recuerdo que con el septeto del final del primer acto estuve dos años yendo camino a mi trabajo escuchandolo en mi viejo walkman!! Comenzaba a la salida de mi casa y terminaba la pieza en las escalinatas de mi oficina...
Hoy acumulo y disfruto italianas en mi hogar..
Buen comentario el tuyo

Juanba dijo...

Gracias Diego por participar. Coincido en todo contigo... pero no puedo olvidarme de "El barbero" quizás por ser una, sino la primera, de las óperas que vi representar.
El tomar a Rossini como terapia en los días malos, se conoce que es bastante corriente porque ya somos tres los que hemos manifestado esta opinión en el blog.
Pero(también existe "otro pero"), no es sólo él, hay otros nombres que los aplico según convenga.Así, por ejemplo,Día romántico,Bellini o si ese Día quiero saber de los vicios del hombre, aplico Verdi.
Se me olvidaba decirte que hay otra ópera que a mi, al menos, me engancha en particular. Se trata del Elixir de Amor. Cuando lo oigo siempre tengo la sensación de estar en Italia, disfrutando de los típicos atractivos de esa nación. Recibe un saludo afectuoso

Ignacio dijo...

Esta ópera es buenísima, mi favorita, me alegro que también te guste!

Juanba dijo...

Coincido contigo, peo no sólo yo. Por las respuestas que ha obtenido, podemos hacernos idea de que gusta. Y no es para menos. Saludos

Juancho dijo...

Es genial Gioacchinno!!