Con esta ópera me sucedió una anécdota curiosa que paso a continuación a relatar. Vivía por aquel entonces en Valencia y a esa ciudad llegó una compañía- creo que se llaman “de repertorio”- procedente de algún país del área de la Unión Soviética que ahora no recuerdo.
Son esos elencos que van recorriendo el mundo con una serie de obras que tienen preparadas: en este caso se trataba de óperas. Es lo más aproximado a los titiriteros de antes porque el circo no puede considerarse dentro de esa categoría ya que se trata de una ciudad ambulante.
Se instalaron en el Teatro Principal y había que aprovechar la ocasión de ver en vivo el acontecimiento que por entonces no se prodigaba mucho: existían abundantes bandas pero poca ópera. Hoy en día han cambiado mucho las cosas al inaugurarse el Palau de les Arts Reina Sofia y tener, por tanto, una temporada lírica estable.
Traían como repertorio tres títulos: “La flauta mágica”, “Don Giovanni” y “La Traviata”. No hay que demeritar a este tipo de compañías porque yo he visto en el Euskalduna de Bilbao una “Khovantchina” protagonizada por rusos y aunque la escenografía era tradicional (cosa que muchas veces se agradece), resultó más que recomendable.
Bien pues con estos antecedentes, acudí presuroso a escuchar como resultaba el “Don Giovanni” y ahí vino la sorpresa. Había dos protagonistas, uno en el escenario actuando y otro, con atril, en el foro de la orquesta cantando la partitura. La razón es evidente: se había quedado sin voz el barítono y al no disponer de recambio, tuvo que hacerlo un sustituto que no se sabía la obra.
Pensándolo bien no debe ser tan extraña esta solución pues la he vuelto a padecer en el Euskalduna de Bilbao con “Billy Budd”, sólo que el atril estaba en el escenario y el que se movía era el director de escena.
ARGUMENTO
La acción se inicia en el exterior de la casa de Dª. Ana. D. Juan está dentro, enmascarado y tratando de seducirla. Leporello, su criado, espera fuera y se queja de las penalidades de su trabajo.
D. Juan sale apresuradamente y ella va tras él, intentando descubrir la identidad del salteador. Su padre, el Comendador, trata de detenerlo y los dos se baten, muriendo en el combate el progenitor. D. Juan y Leporello huyen.
Dª. Ana y su prometido D. Octavio, descubren el cadáver del Comendador y ella hace jurar a su futuro esposo que vengará la muerte del anciano.
D. Juan y Leporello están en una calle donde aparece una mujer quejándose de un amante que la ha abandonado. El Burlador intenta “consolarla”, pero al acercarse descubre que es Dª. Elvira, a la que abandonó y ha venido de Burgos en su busca. Escapa de allí y deja a su criado el cruel trabajo de obligarla a escuchar la lista de las conquistas del Tenorio.
En una aldea cercana, dos campesinos, (Masetto y Zerlina) van a casarse. Llega D. Juan y encarga a su secuaz la tarea de echar de allí al novio mientras que él deslumbra a la novia con su aristocrático encanto. Está a punto de llevarse a la prometida cuando aparece Dª. Elvira y se lo impide.
Se unen al grupo Dª. Ana y D. Octavio. Dª Elvira les dice que el burlador es un bribón y él como defensa argumenta que está loca y desaparece rápidamente. Dª. Ana reconoce por la voz al autor de la muerte de su padre y así se lo dice a D. Octavio.
El tenorio ve de lejos la fiesta de la boda y quiere invitar a los lugareños a continuar la diversión en su mansión con la intención de aumentar la lista de conquistas.
Masetto, está ofendido con su nueva esposa por ser tan coqueta. Pero Zerlina consigue reconciliarse con sus armas de mujer.
Aparece el Burlador y los deseos de venganza de Masetto se debilitan ante la invitación de éste a la fiesta en su casa. D. Octavio, Dª. Ana y Dª. Elvira, enmascarados, piensan unirse a la fiesta y atrapar a D. Juan en ella.
En la fiesta se escuchan, a la vez, un minueto (para los señores), una contradanza (para los aldeanos) y una danza alemana (que Leporello insiste en que Masetto baile con él con objeto de distraerle). D. Juan intenta de nuevo conquistar a Zerlina y cuando ella grita, su lacayo se autoinculpa diciendo que el ofensor ha sido él. Pero la verdad es puesta de manifiesto por D. Octavio, Dª. Ana y Dª. Elvira, que se han quitado las máscaras.
El Burlador ha cambiado de objetivo: su presa es una criada de Dª. Elvira. Y para lograr su propósito intercambia su traje con el de su secuaz. Pretende, a su vez, burlarse cruelmente de Dª. Elvira, cantando bajo su balcón una apasionada serenata, en la que le dice que aún la ama; cuando baja la enamorada la recibe Leporello, disfrazado con el traje de D. Juan y cuando los dos se han marchado, el Tenorio vuelve a cantar a la criada acompañado de una mandolina.
Llegan Masetto y unos amigos, con el propósito de dar muerte al Burlador. Pero D. Juan, en la oscuridad, pasa por ser Leporello, hace marchar a los demás y se queda sólo con Masetto, a quien da una gran paliza. Llega después Zerlina y le consuela.
Dª. Elvira y el todavía disfrazado Leporello se encuentran con Zerlina y Masetto, y después con Dª. Ana y D. Octavio. Pensando que Leporello es D. Juan, los cuatro le amenazan, pero ante su sorpresa le defiende Dª. Elvira. Leporello es obligado a identificarse y entonces se las arregla para escapar. D. Octavio canta su amor por Dª. Ana y Dª. Elvira pregona su sentimiento de haber sido traicionada.
En un cementerio, el Burlador y su sirviente contemplan la estatua del Comendador. Se oye de pronto una voz de ultratumba, la de la estatua, que recrimina su conducta a D. Juan. Leporello se llena de terror; pero el Tenorio, impávido, invita audazmente a la estatua a que cene con él aquella misma noche: la invitación es aceptada.
Dª. Ana ruega a su prometido D. Octavio, que comprenda su dolor por la muerte del padre y acceda a aplazar la boda.
D. Juan está cenando alegremente en su casa, mientras unos músicos amenizan la velada. Leporello aguarda de pie para aprovecharse de los restos de comida de su señor.
Aparece Dª. Elvira suplicando al Burlador que cambie de vida, pero su petición es inútil. Cuando sale, da un espantoso grito por algo pavoroso que ha visto fuera. Y lo mismo ocurre con Leporello cuando va a ver qué ocurre: es la estatua del Comendador, dispuesta a cumplir la invitación a cenar que le hizo D. Juan.
El Comendador entra, habla al Tenorio tratando de que se arrepienta sin conseguirlo; le da la mano y lo arrastra consigo a las llamas del infierno mientras canta un invisible coro de demonios.
Cuando entran en la estancia Dª. Elvira, Dª. Ana, D. Octavio, Zerlina y Masetto, todos con la idea de venganza, Leporello les dice que el Comendador se les ha anticipado.
Al final, cada uno nos va diciendo su porvenir: Dª. Elvira se marchará a un convento; Dª. Ana guardará un año de luto, antes de casarse con D. Octavio: Zerlina y Masetto se irán a cenar y Leporello buscará un nuevo amo a quien servir. Los personajes, con alegre corazón, dicen al público que aprenda la lección que les ha ofrecido el malvado D. Juan.
LA OPERA
Esta ópera ha levantado más pasiones literarias que ninguna otra, manifestadas en comentarios, teorías e interpretaciones diversas.
Las causas son múltiples: el legendario asunto sobre el que está construida al ser un tema tan antiguo como el mundo; la ambigüedad del libreto inspirado en la ópera napolitana; lo cambiante de la acción que une factores musicales y teatrales de distinto signo sin interrumpir el desarrollo dramático; la mezcla de aspectos divinos y humanos; el carácter demoníaco del personaje central; el desafío que supone su actitud; el tono de velada tragedia que recorre la acción; la presencia de lo bufo y la moraleja final.
Todo ello da como resultado el de una obra maestra y según estima uno de sus más ardientes admiradores, el filósofo danés Sören Kierkegaard, “una ópera perfecta” o como otros han afirmado “la ópera de las óperas”.
Tras el éxito en Praga de “Le nozze di Figaro- Las bodas de Figaro”, Mozart recibió el encargo del Teatro Nacional de aquella ciudad de componer una nueva obra lírica para ser estrenada en dicho coliseo y satisfacer así las apetencias del público bohemo, encantado con la música del salzburgués.
El compositor recurrió al mismo libretista de “Las bodas”, es decir, Lorenzo Da Ponte que tenía mucho trabajo porque además de este asunto, estaba escribiendo una versión en italiano del “Tarare” de Salieri y “El árbol de Diana” de Martin i soler. En sus memorias Da Ponte nos dice que el texto de Mozart estuvo terminado en sesenta y tres días.
El astuto abate Da Ponte que era un autentico mujeriego en su vida privada, tuvo en cuenta las obras de Tirso de Molina y Moliere y fusiló todo lo que pudo de un libreto escrito por Giovanni Bertati para el compositor Giuseppe Gazzaniga que tiene una ópera sobre este mismo asunto. Eliminó personajes y dotó a la acción de movilidad interior y exterior, de ritmo casi cinematográfico.
Escribió un verso preciso tan elegante como elocuente y salpicó las situaciones de detalles sugerentes que definen las distintas psicologías en juego. Los continuos cambios de clima dramático no chocan debido al tacto empleado en las transiciones. Dio nobleza al personaje y resaltó la finalidad moralizante del castigo divino, resultando una obra espléndida en todos los sentidos.
Mozart, según los indicios más fiables, trabajaba ya en la música desde abril de 1787 y siguió con su labor hasta octubre, con algunas interrupciones, en especial por la muerte de su padre ocurrida en mayo. El músico llegó a Praga con su esposa el 4 de octubre con la partitura casi terminada. El estreno estaba previsto para la jornada del 14, cuando la archiduquesa María Teresa visitaba la ciudad. Pero no pudo ser y tuvo que conformarse con una representación de las bodas.
Mientras tanto la ópera fue tomando cuerpo definitivo en contacto con Da Ponte que había acudido a esa capital. En estas reuniones parece ser que participó el famoso Casanova, otro indiscutible Don Juan, quien por aquel entonces estaba al cuidado de la biblioteca del Duque de Bohemia. Su consejo fue de gran estima, sobre todo para dar forma al sexteto final de la obra.
Por fin, el 29 de octubre de 1787 subió a la escena del Teatro Nacional el tan esperado “Don Giovanni, ossia il disoluto punito (Don Juan o el vicioso castigado)”. La representación transcurrió en medio de las aclamaciones del adicto público. Todo salió bien a pesar de que la partitura no había estado del todo terminada hasta la noche anterior. Las cuatro primeras funciones fueron dirigidas por el compositor.
LOS PERSONAJES
Ocho son los personajes que dan vida a esta historia que, en principio, era un típico esquema de ópera bufa pero modificado por el propio desarrollo dramático: tres papeles bufos (Leporello, Zerlina y Masetto), tres serios (El Comendador, Dª: Anna y D, Octavio) y dos realistas (D. Giovanni y Dª. Elvira).
De todas formas hay que decir que a medida que avanza la obra, la conducta de cada uno de ellos se entremezcla adquiriendo valor individual propio, humanidad y carne. Aunque como tantas veces se ha resaltado dependen del Burlador y giran en torno a él, es decir, existen porque aquél existe. El amor y su contrario, el odio, defienden las actuaciones de sus comparsas.
Don Giovanni, papel escrito más para un barítono que posea buenos graves que para un bajo, es un amante del placer en estado puro. Es una fuerza a la que no es posible oponerse. Es el motor que hace girar la vida en torno suyo y produce, como dice el pensador danés, “la fuerza de los demás personajes”. Es tratado por Mozart con cierto cariño y simpatía y en su música le concede innegable nobleza y porte aristocrático. Por otro lado, no resulta excesivamente peligroso en esta versión, ya que siempre sucede algo que le impide sus proyectos amatorios.
Dª. Anna es un personaje para una soprano lírica capaz de enajenarse en algunos momentos pero también ha de ser satírica en otros. Es una mujer amante de su padre y parece a primera vista que es portadora del lógico deseo de vengar la muerte del Comendador. Pero algunos autores consideran que su actitud es consecuencia de una desesperación de mujer enamorada con lo que se mezclan los caracteres opuestos de amor y odio.
Dª. Elvira requiere una soprano de carácter más bien dramático con bajos sólidos. Es un personaje más bien patético, movido fundamentalmente por un desesperado amor hacia el hombre que prometió casarse con ella. Viene desde Burgos tras él para que cumpla su promesa. En su interior luchan la ira y la súplica y, todavía, confía en el Tenorio hasta el punto de dejar que la engañe de nuevo.
Leporello es un rol para bajo o bajo-barítono e incluso un barítono de instrumento sólido, con habilidad para el efecto bufo. En principio, es un criado similar a tantos de los retratados por autores de siglos anteriores pero en la ópera es bastante más: suplanta a su amo, actúa en cierto modo como doble suyo (su “alter ego”), es él quien se encarga de allanarle el camino y de explicar al espectador sus virtudes y defectos.
Zerlina y Masetto son papeles para una soprano ligera o lírico-ligera (aunque inicialmente era para mezzosoprano aguda) y para un barítono lírico el segundo. Ella casquivana, dotada de sensualidad animal, permite el juego amoroso y no le importa que el caballero la seduzca. La angustia de Masetto viene provocada por esa posibilidad: lo patético del personaje contrarresta su línea bufa.
Don Octavio fue abordado idóneamente por los grandes tenores belcantistas del pasado como Rubini o Mario de Candia. Por tanto requiere de un tenor más bien ligero o lírico-ligero con capacidad para la expresión, en un papel tan débil dramáticamente pero tan maravilloso en lo puramente canoro.
Y por último, El Comendador ha de ser un bajo-profundo o bajo-cantante, aunque la importancia esté en las notas centrales y en alguna aguda más que en las graves. La psicología del personaje es de una sola pieza: pretende lavar el honor de su hija, en definitiva de su familia, y resulta muerto al desafiar al libertino. Como representante del más allá es el encargado de impartir su castigo a Don Giovanni.
LA ESCENOGRAFÍA
Por la multiplicidad de escenarios en los que transcurre, por las continuas apariciones y desapariciones del protagonista y por el ritmo galopante que músico y poeta imprimieron a la acción, no es fácil representar esta obra.
Durante mucho tiempo fueron protagonistas el papel, el cartón, las luces temblorosas y las cortinas piadosamente corridas para establecer separación entre cuadros. En 1890 se utilizó por primera vez un dispositivo giratorio en el Teatro de la Residencia de Munich.
Del historial de montajes de hasta cuarenta años atrás, que no tienen problemas técnicos ni se plantean cuestiones filosóficas ni psicológicas, destacan en 1968 el del Festival de Salzburgo, en 1971 en Colonia, con un montaje de Jean-Pierre Ponnelle, en 1972 en Viena con Franco Zeffirelli, el de Augsburgo el mismo año, el de 1973 en Berlin y la más reciente del 2006 en versión motorizada con el director de escena Calixto Bieito.
PEQUEÑAS ANECDOTAS
a) Mozart escribió la Obertura de esta ópera pocas horas antes del estreno.
b) Un contrabajista de la orquesta de la Ópera recordaba que cuando llegó la partitura la tinta estaba todavía fresca.
c) Mozart tuvo dificultades con la protagonista de Zerlina, de voz bella pero poco potente. En el ensayo general, harto ya de la situación, el genial compositor se situó detrás de la cantante y cuando entonaba la parte mas aguda de su partitura, le dio un monumental pellizco diciendo: “¡Admirable! ¡Procure gritar siempre como esta noche!”.
d) En su estreno en Viena el emperador dijo a Da Ponte:”….la música es divina pero no es una carne apropiada para los dientes de mis vieneses”. El libretista se lo contó a Mozart y este dijo: “Démosles tiempo para masticarla”.
FRAGMENTOS DESTACADOS
Aunque en una ópera como ésta es difícil seleccionar momentos, destacaremos sólo los imprescindibles.
1.- Leporello- “Madamina, il catalogo è questo (Señora esta es la relación....): Es esta la famosa aria del sirviente en la que explica a Dª. Elvira las conquistas de su amo. Página cruel y al tiempo ambigua, traza un retrato del Burlador en dos partes en las que hay enorme variedad melódica, contrastes y complicidad de la orquesta que subraya el relato. Requiere del cantante un amplio muestrario de recursos técnicos y expresivos.
2.- D. Giovanni y Zerlina- “Là ci darem la mano- (Allí nos daremos la mano)”: En este duettino el libertino, que ha conseguido quedarse sólo con Zerlina, intenta convencer a ésta para que le acompañe. Es una melodía calida y envolvente en la que está presente también la ambigüedad pues no es el tono más adecuado para un encuentro carnal.
3.- Dª. Anna- “Or sai chi l’onore- (Ahora sabes quien el honor…..)”: Aria de carácter vengativo que pone de relieve la fogosidad del personaje. Violencia interna a duras penas contenida, coraje e ímpetu reveladores del deseo de vengar a la familia.
4.- D. Octavio- “Dalla sua pace- (De su paz….)”: Esta aria es uno de los más enternecedores cantos de amor escritos por el músico, una melodía serena que la voz debe musitar, acariciar más que cantar.
5.- D. Giovanni- “Deh, vieni a la finestra- (Eh ven a la ventana)”: Es una canzonetta, una especie de serenata con la que el libertino intenta conquistar a la criada de Dª. Elvira. La melodía, bella pero fácil, está acompañada por el sonido de la mandolina.
6.- D. Octavio- “Il mio tesoro- (Mi tesoro…..)”: Esta bellísima aria posee diferente significado que su aria anterior (Dalla sua pace). Es una página de carácter casi guerrero, cuajada de espinosas agilidades y largas frases. En ella D. Octavio ruega a los demás que cuiden de su novia hasta que el vuelva, después de hacer justicia.
Son esos elencos que van recorriendo el mundo con una serie de obras que tienen preparadas: en este caso se trataba de óperas. Es lo más aproximado a los titiriteros de antes porque el circo no puede considerarse dentro de esa categoría ya que se trata de una ciudad ambulante.
Se instalaron en el Teatro Principal y había que aprovechar la ocasión de ver en vivo el acontecimiento que por entonces no se prodigaba mucho: existían abundantes bandas pero poca ópera. Hoy en día han cambiado mucho las cosas al inaugurarse el Palau de les Arts Reina Sofia y tener, por tanto, una temporada lírica estable.
Traían como repertorio tres títulos: “La flauta mágica”, “Don Giovanni” y “La Traviata”. No hay que demeritar a este tipo de compañías porque yo he visto en el Euskalduna de Bilbao una “Khovantchina” protagonizada por rusos y aunque la escenografía era tradicional (cosa que muchas veces se agradece), resultó más que recomendable.
Bien pues con estos antecedentes, acudí presuroso a escuchar como resultaba el “Don Giovanni” y ahí vino la sorpresa. Había dos protagonistas, uno en el escenario actuando y otro, con atril, en el foro de la orquesta cantando la partitura. La razón es evidente: se había quedado sin voz el barítono y al no disponer de recambio, tuvo que hacerlo un sustituto que no se sabía la obra.
Pensándolo bien no debe ser tan extraña esta solución pues la he vuelto a padecer en el Euskalduna de Bilbao con “Billy Budd”, sólo que el atril estaba en el escenario y el que se movía era el director de escena.
ARGUMENTO
La acción se inicia en el exterior de la casa de Dª. Ana. D. Juan está dentro, enmascarado y tratando de seducirla. Leporello, su criado, espera fuera y se queja de las penalidades de su trabajo.
D. Juan sale apresuradamente y ella va tras él, intentando descubrir la identidad del salteador. Su padre, el Comendador, trata de detenerlo y los dos se baten, muriendo en el combate el progenitor. D. Juan y Leporello huyen.
Dª. Ana y su prometido D. Octavio, descubren el cadáver del Comendador y ella hace jurar a su futuro esposo que vengará la muerte del anciano.
D. Juan y Leporello están en una calle donde aparece una mujer quejándose de un amante que la ha abandonado. El Burlador intenta “consolarla”, pero al acercarse descubre que es Dª. Elvira, a la que abandonó y ha venido de Burgos en su busca. Escapa de allí y deja a su criado el cruel trabajo de obligarla a escuchar la lista de las conquistas del Tenorio.
En una aldea cercana, dos campesinos, (Masetto y Zerlina) van a casarse. Llega D. Juan y encarga a su secuaz la tarea de echar de allí al novio mientras que él deslumbra a la novia con su aristocrático encanto. Está a punto de llevarse a la prometida cuando aparece Dª. Elvira y se lo impide.
Se unen al grupo Dª. Ana y D. Octavio. Dª Elvira les dice que el burlador es un bribón y él como defensa argumenta que está loca y desaparece rápidamente. Dª. Ana reconoce por la voz al autor de la muerte de su padre y así se lo dice a D. Octavio.
El tenorio ve de lejos la fiesta de la boda y quiere invitar a los lugareños a continuar la diversión en su mansión con la intención de aumentar la lista de conquistas.
Masetto, está ofendido con su nueva esposa por ser tan coqueta. Pero Zerlina consigue reconciliarse con sus armas de mujer.
Aparece el Burlador y los deseos de venganza de Masetto se debilitan ante la invitación de éste a la fiesta en su casa. D. Octavio, Dª. Ana y Dª. Elvira, enmascarados, piensan unirse a la fiesta y atrapar a D. Juan en ella.
En la fiesta se escuchan, a la vez, un minueto (para los señores), una contradanza (para los aldeanos) y una danza alemana (que Leporello insiste en que Masetto baile con él con objeto de distraerle). D. Juan intenta de nuevo conquistar a Zerlina y cuando ella grita, su lacayo se autoinculpa diciendo que el ofensor ha sido él. Pero la verdad es puesta de manifiesto por D. Octavio, Dª. Ana y Dª. Elvira, que se han quitado las máscaras.
El Burlador ha cambiado de objetivo: su presa es una criada de Dª. Elvira. Y para lograr su propósito intercambia su traje con el de su secuaz. Pretende, a su vez, burlarse cruelmente de Dª. Elvira, cantando bajo su balcón una apasionada serenata, en la que le dice que aún la ama; cuando baja la enamorada la recibe Leporello, disfrazado con el traje de D. Juan y cuando los dos se han marchado, el Tenorio vuelve a cantar a la criada acompañado de una mandolina.
Llegan Masetto y unos amigos, con el propósito de dar muerte al Burlador. Pero D. Juan, en la oscuridad, pasa por ser Leporello, hace marchar a los demás y se queda sólo con Masetto, a quien da una gran paliza. Llega después Zerlina y le consuela.
Dª. Elvira y el todavía disfrazado Leporello se encuentran con Zerlina y Masetto, y después con Dª. Ana y D. Octavio. Pensando que Leporello es D. Juan, los cuatro le amenazan, pero ante su sorpresa le defiende Dª. Elvira. Leporello es obligado a identificarse y entonces se las arregla para escapar. D. Octavio canta su amor por Dª. Ana y Dª. Elvira pregona su sentimiento de haber sido traicionada.
En un cementerio, el Burlador y su sirviente contemplan la estatua del Comendador. Se oye de pronto una voz de ultratumba, la de la estatua, que recrimina su conducta a D. Juan. Leporello se llena de terror; pero el Tenorio, impávido, invita audazmente a la estatua a que cene con él aquella misma noche: la invitación es aceptada.
Dª. Ana ruega a su prometido D. Octavio, que comprenda su dolor por la muerte del padre y acceda a aplazar la boda.
D. Juan está cenando alegremente en su casa, mientras unos músicos amenizan la velada. Leporello aguarda de pie para aprovecharse de los restos de comida de su señor.
Aparece Dª. Elvira suplicando al Burlador que cambie de vida, pero su petición es inútil. Cuando sale, da un espantoso grito por algo pavoroso que ha visto fuera. Y lo mismo ocurre con Leporello cuando va a ver qué ocurre: es la estatua del Comendador, dispuesta a cumplir la invitación a cenar que le hizo D. Juan.
El Comendador entra, habla al Tenorio tratando de que se arrepienta sin conseguirlo; le da la mano y lo arrastra consigo a las llamas del infierno mientras canta un invisible coro de demonios.
Cuando entran en la estancia Dª. Elvira, Dª. Ana, D. Octavio, Zerlina y Masetto, todos con la idea de venganza, Leporello les dice que el Comendador se les ha anticipado.
Al final, cada uno nos va diciendo su porvenir: Dª. Elvira se marchará a un convento; Dª. Ana guardará un año de luto, antes de casarse con D. Octavio: Zerlina y Masetto se irán a cenar y Leporello buscará un nuevo amo a quien servir. Los personajes, con alegre corazón, dicen al público que aprenda la lección que les ha ofrecido el malvado D. Juan.
LA OPERA
Esta ópera ha levantado más pasiones literarias que ninguna otra, manifestadas en comentarios, teorías e interpretaciones diversas.
Las causas son múltiples: el legendario asunto sobre el que está construida al ser un tema tan antiguo como el mundo; la ambigüedad del libreto inspirado en la ópera napolitana; lo cambiante de la acción que une factores musicales y teatrales de distinto signo sin interrumpir el desarrollo dramático; la mezcla de aspectos divinos y humanos; el carácter demoníaco del personaje central; el desafío que supone su actitud; el tono de velada tragedia que recorre la acción; la presencia de lo bufo y la moraleja final.
Todo ello da como resultado el de una obra maestra y según estima uno de sus más ardientes admiradores, el filósofo danés Sören Kierkegaard, “una ópera perfecta” o como otros han afirmado “la ópera de las óperas”.
Tras el éxito en Praga de “Le nozze di Figaro- Las bodas de Figaro”, Mozart recibió el encargo del Teatro Nacional de aquella ciudad de componer una nueva obra lírica para ser estrenada en dicho coliseo y satisfacer así las apetencias del público bohemo, encantado con la música del salzburgués.
El compositor recurrió al mismo libretista de “Las bodas”, es decir, Lorenzo Da Ponte que tenía mucho trabajo porque además de este asunto, estaba escribiendo una versión en italiano del “Tarare” de Salieri y “El árbol de Diana” de Martin i soler. En sus memorias Da Ponte nos dice que el texto de Mozart estuvo terminado en sesenta y tres días.
El astuto abate Da Ponte que era un autentico mujeriego en su vida privada, tuvo en cuenta las obras de Tirso de Molina y Moliere y fusiló todo lo que pudo de un libreto escrito por Giovanni Bertati para el compositor Giuseppe Gazzaniga que tiene una ópera sobre este mismo asunto. Eliminó personajes y dotó a la acción de movilidad interior y exterior, de ritmo casi cinematográfico.
Escribió un verso preciso tan elegante como elocuente y salpicó las situaciones de detalles sugerentes que definen las distintas psicologías en juego. Los continuos cambios de clima dramático no chocan debido al tacto empleado en las transiciones. Dio nobleza al personaje y resaltó la finalidad moralizante del castigo divino, resultando una obra espléndida en todos los sentidos.
Mozart, según los indicios más fiables, trabajaba ya en la música desde abril de 1787 y siguió con su labor hasta octubre, con algunas interrupciones, en especial por la muerte de su padre ocurrida en mayo. El músico llegó a Praga con su esposa el 4 de octubre con la partitura casi terminada. El estreno estaba previsto para la jornada del 14, cuando la archiduquesa María Teresa visitaba la ciudad. Pero no pudo ser y tuvo que conformarse con una representación de las bodas.
Mientras tanto la ópera fue tomando cuerpo definitivo en contacto con Da Ponte que había acudido a esa capital. En estas reuniones parece ser que participó el famoso Casanova, otro indiscutible Don Juan, quien por aquel entonces estaba al cuidado de la biblioteca del Duque de Bohemia. Su consejo fue de gran estima, sobre todo para dar forma al sexteto final de la obra.
Por fin, el 29 de octubre de 1787 subió a la escena del Teatro Nacional el tan esperado “Don Giovanni, ossia il disoluto punito (Don Juan o el vicioso castigado)”. La representación transcurrió en medio de las aclamaciones del adicto público. Todo salió bien a pesar de que la partitura no había estado del todo terminada hasta la noche anterior. Las cuatro primeras funciones fueron dirigidas por el compositor.
LOS PERSONAJES
Ocho son los personajes que dan vida a esta historia que, en principio, era un típico esquema de ópera bufa pero modificado por el propio desarrollo dramático: tres papeles bufos (Leporello, Zerlina y Masetto), tres serios (El Comendador, Dª: Anna y D, Octavio) y dos realistas (D. Giovanni y Dª. Elvira).
De todas formas hay que decir que a medida que avanza la obra, la conducta de cada uno de ellos se entremezcla adquiriendo valor individual propio, humanidad y carne. Aunque como tantas veces se ha resaltado dependen del Burlador y giran en torno a él, es decir, existen porque aquél existe. El amor y su contrario, el odio, defienden las actuaciones de sus comparsas.
Don Giovanni, papel escrito más para un barítono que posea buenos graves que para un bajo, es un amante del placer en estado puro. Es una fuerza a la que no es posible oponerse. Es el motor que hace girar la vida en torno suyo y produce, como dice el pensador danés, “la fuerza de los demás personajes”. Es tratado por Mozart con cierto cariño y simpatía y en su música le concede innegable nobleza y porte aristocrático. Por otro lado, no resulta excesivamente peligroso en esta versión, ya que siempre sucede algo que le impide sus proyectos amatorios.
Dª. Anna es un personaje para una soprano lírica capaz de enajenarse en algunos momentos pero también ha de ser satírica en otros. Es una mujer amante de su padre y parece a primera vista que es portadora del lógico deseo de vengar la muerte del Comendador. Pero algunos autores consideran que su actitud es consecuencia de una desesperación de mujer enamorada con lo que se mezclan los caracteres opuestos de amor y odio.
Dª. Elvira requiere una soprano de carácter más bien dramático con bajos sólidos. Es un personaje más bien patético, movido fundamentalmente por un desesperado amor hacia el hombre que prometió casarse con ella. Viene desde Burgos tras él para que cumpla su promesa. En su interior luchan la ira y la súplica y, todavía, confía en el Tenorio hasta el punto de dejar que la engañe de nuevo.
Leporello es un rol para bajo o bajo-barítono e incluso un barítono de instrumento sólido, con habilidad para el efecto bufo. En principio, es un criado similar a tantos de los retratados por autores de siglos anteriores pero en la ópera es bastante más: suplanta a su amo, actúa en cierto modo como doble suyo (su “alter ego”), es él quien se encarga de allanarle el camino y de explicar al espectador sus virtudes y defectos.
Zerlina y Masetto son papeles para una soprano ligera o lírico-ligera (aunque inicialmente era para mezzosoprano aguda) y para un barítono lírico el segundo. Ella casquivana, dotada de sensualidad animal, permite el juego amoroso y no le importa que el caballero la seduzca. La angustia de Masetto viene provocada por esa posibilidad: lo patético del personaje contrarresta su línea bufa.
Don Octavio fue abordado idóneamente por los grandes tenores belcantistas del pasado como Rubini o Mario de Candia. Por tanto requiere de un tenor más bien ligero o lírico-ligero con capacidad para la expresión, en un papel tan débil dramáticamente pero tan maravilloso en lo puramente canoro.
Y por último, El Comendador ha de ser un bajo-profundo o bajo-cantante, aunque la importancia esté en las notas centrales y en alguna aguda más que en las graves. La psicología del personaje es de una sola pieza: pretende lavar el honor de su hija, en definitiva de su familia, y resulta muerto al desafiar al libertino. Como representante del más allá es el encargado de impartir su castigo a Don Giovanni.
LA ESCENOGRAFÍA
Por la multiplicidad de escenarios en los que transcurre, por las continuas apariciones y desapariciones del protagonista y por el ritmo galopante que músico y poeta imprimieron a la acción, no es fácil representar esta obra.
Durante mucho tiempo fueron protagonistas el papel, el cartón, las luces temblorosas y las cortinas piadosamente corridas para establecer separación entre cuadros. En 1890 se utilizó por primera vez un dispositivo giratorio en el Teatro de la Residencia de Munich.
Del historial de montajes de hasta cuarenta años atrás, que no tienen problemas técnicos ni se plantean cuestiones filosóficas ni psicológicas, destacan en 1968 el del Festival de Salzburgo, en 1971 en Colonia, con un montaje de Jean-Pierre Ponnelle, en 1972 en Viena con Franco Zeffirelli, el de Augsburgo el mismo año, el de 1973 en Berlin y la más reciente del 2006 en versión motorizada con el director de escena Calixto Bieito.
PEQUEÑAS ANECDOTAS
a) Mozart escribió la Obertura de esta ópera pocas horas antes del estreno.
b) Un contrabajista de la orquesta de la Ópera recordaba que cuando llegó la partitura la tinta estaba todavía fresca.
c) Mozart tuvo dificultades con la protagonista de Zerlina, de voz bella pero poco potente. En el ensayo general, harto ya de la situación, el genial compositor se situó detrás de la cantante y cuando entonaba la parte mas aguda de su partitura, le dio un monumental pellizco diciendo: “¡Admirable! ¡Procure gritar siempre como esta noche!”.
d) En su estreno en Viena el emperador dijo a Da Ponte:”….la música es divina pero no es una carne apropiada para los dientes de mis vieneses”. El libretista se lo contó a Mozart y este dijo: “Démosles tiempo para masticarla”.
FRAGMENTOS DESTACADOS
Aunque en una ópera como ésta es difícil seleccionar momentos, destacaremos sólo los imprescindibles.
1.- Leporello- “Madamina, il catalogo è questo (Señora esta es la relación....): Es esta la famosa aria del sirviente en la que explica a Dª. Elvira las conquistas de su amo. Página cruel y al tiempo ambigua, traza un retrato del Burlador en dos partes en las que hay enorme variedad melódica, contrastes y complicidad de la orquesta que subraya el relato. Requiere del cantante un amplio muestrario de recursos técnicos y expresivos.
2.- D. Giovanni y Zerlina- “Là ci darem la mano- (Allí nos daremos la mano)”: En este duettino el libertino, que ha conseguido quedarse sólo con Zerlina, intenta convencer a ésta para que le acompañe. Es una melodía calida y envolvente en la que está presente también la ambigüedad pues no es el tono más adecuado para un encuentro carnal.
3.- Dª. Anna- “Or sai chi l’onore- (Ahora sabes quien el honor…..)”: Aria de carácter vengativo que pone de relieve la fogosidad del personaje. Violencia interna a duras penas contenida, coraje e ímpetu reveladores del deseo de vengar a la familia.
4.- D. Octavio- “Dalla sua pace- (De su paz….)”: Esta aria es uno de los más enternecedores cantos de amor escritos por el músico, una melodía serena que la voz debe musitar, acariciar más que cantar.
5.- D. Giovanni- “Deh, vieni a la finestra- (Eh ven a la ventana)”: Es una canzonetta, una especie de serenata con la que el libertino intenta conquistar a la criada de Dª. Elvira. La melodía, bella pero fácil, está acompañada por el sonido de la mandolina.
6.- D. Octavio- “Il mio tesoro- (Mi tesoro…..)”: Esta bellísima aria posee diferente significado que su aria anterior (Dalla sua pace). Es una página de carácter casi guerrero, cuajada de espinosas agilidades y largas frases. En ella D. Octavio ruega a los demás que cuiden de su novia hasta que el vuelva, después de hacer justicia.
1 comentario:
Para los amantes de la ópera que quieran conocer de primera mano Il Don Giovanni:
Bilbao pone en escena con la Compagnia Lirica di Milano un Don Giovanni lleno de emoción.
Los días 24 y 25 de marzo en el Teatro Campos Elíseos se representará la llamada por muchos expertos como la mejor ópera de Mozart
Don Giovanni (nuestro Don Juan Tenorio) es un joven noble, arrogante y entregado a una vida desenfrenada de amoríos, apuestas y duelos; tan sólo una fuerza sobrehumana podrá detenerlo. El amor, el deseo, la condena..., las pasiones que aparecen en esta ópera son universales y forman parte fundamental de la obra del genio W. A. Mozart
Casi todo el reparto debutará en Bilbao salvo Fernando Ciuffo (Don Giovanni) y la joven vasca Patricia Sesar (Donna Anna) allos que ya pudimos oír en la pasada International Opera Gala. Completarán el elenco el resto de los grandes solistas de laCompagnia Lirica di Milano:, Irene Geninatti (Donna Elvira), Stefano Ferrari (Don Ottavio), Jeong Ho Kim (Leporello), Alberto Corna (Il Commendatore) y la colaboración de Susana Cerro (Zerlina) y Marcello Aguilar (Masetto). Dirección Artística a cargo de Fabrizio Pagella, Orquesta y Coro Suono Naturale bajo la dirección del maestro Alessandro Bares
Apuntes sobre la ópera: se considera que de todas la obras musicales basadas en la leyenda de Don Juan, la versión compuesta por Mozart es la más conocida y generalmente mencionada como la mejor. El filósofo danés Kierkegaard escribió un largo ensayo en su libro Enten-Eller, en el cual muestra y defiende que nos encontramos con la mejor obra de arte jamás realizada.
Hace ya siete años que Don Giovanni no visita Bilbao, y en la pasada edición, de la mano de la ABAO, dejó muy buen sabor de boca. En esta ocasión la Compañía Lírica de Milán será todo un regalo para los amantes de la música clásica en general y de la ópera en particular.
Precios de las entradas desde 28€
Más información: www.giovanni.es
Eventolia :: 944 303 841
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